Cuento Local.
José María García Caballero
Había una vez en una gran ciudad muy cerca de aquí, un taxista llamado don Joaquín, era un hombre trabajador y algo que lo caracterizaba es que amaba los animales. Tenía un perro que lo crío desde que era pequeño, llamado Rayo.
En una mañana, el taxi salió a trabajar y se llevó consigo a su perro. Después de una larga jornada laboral, don Joaquín y su perro bajaron del taxi, cuando iban a cruzar la calle, el perro corrió a su casa y sin darse cuento un carro que venia a gran velocidad atropelló en un instante a Rayo matándolo instantáneamente.
El chofer del vehículo se fue sin hacerse responsable de sus acciones, cuando Joaquín vio las placas identificó que el conductor era su vecino Tomas. Él amaba a su perro como si fuera su hijo, así que de esa manera y teniendo esa idea, decidió hacer pagar con la misma moneda lo que le hizo. Matar de la única manera a su hija.
Un día el taxista esperaba en frente de la escuela donde la hija del señor estudiaba. Un día decidió hacer el acto y cuando vio a la pequeña salir de la escuela, el sin pensarlo arranco el taxi y en un abrir y cerrar de ojos, el taxi paso por encima de la niña, triturándole los huesos y dejando la tirada sin vida. El padre viéndola salió corriendo a verla, pero era inútil hacer algo, la ambulancia llegaría tarde, no había policías en las calles, solo personas viendo el trágico accidente.
El taxista al cometer el acto, se dio a la fuga, pero sin darse cuenta na patrulla lo interceptó deteniendo el taxi, lo bajaron del taxi y lo arrestaron
Cuando lo llevaron preso le sentenciaron a 42 años de cárcel, Joaquín pasaría el resto de su vida en la cárcel. Cada noche Joaquín pensaba en aquella pequeña inocente que no merecía morir, y no lo dejaba en paz. Matar a esa niña no le regreso a su perro. En estos momentos Joaquín paga una condena que es un calvario para él.
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